Esto es lo que escribe Fernando López de Los ilusos en La nación.
Es un film diferente, en construcción, un film que expresa las ganas de hacer cine y hacerlo en libertad, sin responder a ningún formato, sin atarse a modelos (aunque tenga algo de la lozanía de la nouvelle vague). Un film hecho con lo que los otros cineastas descartarían: lo que no entraría en el corte final porque no responde a un esquema narrativo sino sólo a registrar los tiempos muertos, los intervalos, los ratos en que el borroso plan de película que tiene in mente el protagonista -director joven y entusiasta en cuya cabeza bullen demasiadas ideas- parece definirse mientras lo conversa con amigos: sólo sabe que todo empieza con un suicidio. Provocativa y encantadora, su deriva constante reúne una colección de momentos de vida. Seductores por su tono despreocupado, su tibieza, su desenfado y su humor.