Entrevista con Jonás Trueba en la revista Madriz

“LA VIDA Y EL CINE SURGEN AL MISMO TIEMPO”

POR PEDRO MORAL.

LA SEGUNDA PELÍCULA DE JONÁS TRUEBA ES UN RETRATO SOBRE TIPOS QUE NO VAN AL CINE, DIRECTORES QUE NO RUEDAN, ACTORES QUE NO TRABAJAN Y PERIODISTAS QUE NO HACEN ENTREVISTAS. PREFIEREN EMBORRACHARSE, CENAR O FOLLAR. LOS ILUSOS ES UNA PELÍCULA SOBE LOS RECUERDOS QUE VA ACUMULANDO UN CINEASTA ENTRE UN PROYECTO Y OTRO. ES DECIR, UNA PELÍCULA DE ENTRETIEMPO QUE TODAVÍA SE PUEDE VER LOS DÍAS 27,28 Y 30 EN LA CINETECA.

 

Jonás Trueba

 

En Los Ilusos los personajes viven entre cuatro calles alrededor de Antón Martín. Justo ahí quedo con Jonás Trueba, que llega un pelín tarde porque ha tenido que ir a casa de una amiga que está fuera de la ciudad para recoger al gato y resulta que éste no se deja. Un recuerdo más para una película futura, supongo.

 

A Trueba le gusta hablar y teorizar sobre el cine y sobre su propia película. En mi caso ocurre más de lo mismo. Por eso la entrevista se alarga hasta casi una hora y media. Entre momentos más intensos y momentos más, cómo decirlo, ¿blandos? Jonás analiza el rodaje de un proyecto que no era más que una tentativa de película, o algo así. Hablamos de influencias, de directores transmisores de la pasión por el cine, de críticas negativas, de los intermediarios, del cierre de Alta Films, de Searching for a sugar man, de su padre, de Aura Garrido y otras mujeres… de vivir y de no ir al cine.

 

Quiero empezar con esa idea de película de entretiempo con la que calificas Los Ilusos… ¿De dónde sale lo de rodar la cotidianeidad del cineasta que no rueda?

Realmente esa idea apareció al final del montaje. Entonces le dije a Marta, mi montadora, que parecía una película de entretiempo. Coincidió con que nos habíamos quedado sin dinero y sin latas para rodar. Todo fue muy orgánico. La película había completado una época y me gustó la idea de las cosas que suceden entre dos proyectos importantes, esos momentos blandos sin intensidad dramática que se quedan como en un limbo. El caso es que hubo una especie de proyecto entre Todas las canciones hablan de mi y Los ilusos, un mediometraje que hice con una cámara de tres mega píxeles, Miniaturas. Grabé muchas imágenes en los tiempos muertos deTodas las canciones… y cuando las revisé me llamó mucho la atención. Pensé en la cantidad de cosas que habían pasado. A lo mejor yo estaba parado, pero la vida se movía a mí alrededor. Son dos horas de material condensado en 40 minutos, son brutos de vida. Esta pieza entronca con Los Ilusos, que es precisamente una puesta en escena más elaborada de Miniaturas. No deja de ser fragmentos sueltos de vida cotidiana, lo único que en Los Ilusos entra la idea de la construcción de una película.

 

¿Y desde cuándo tenías la idea de usar una cámara de 16 mm y película caducada? Si es que la tenías y no fue simple necesidad…

Lo cierto es que un tío mío documentalista tenía una cámara así. Con ella filmó Atapuerca durante 20 años -el, desde muy joven, nos hablaba siempre de Atapuerca y nunca le hicimos ni puto caso-, bueno, pues fue con esa cámara con la que se filmó el momento en el que se descubrió el cráneo más completo y más antiguo de la humanidad. Un día la cambió por otra más moderna y la cámara se quedó acumulando polvo. Por otro lado, a Javier Rebollo le sobraban unas latas de película tras rodar El muerto y ser feliz y además conseguí material caducado de unos amigos. Por tanto el 50% del material de Los ilusos es material caducado rodado con una cámara de los años 70 muy ruidosa y muy pesada.

 

El material caducado se nota en la película, le da cierta textura.

Sí, con otra película no me lo podría haber permitido… pero yo siempre digo que el cine es materialista y posibilista. Yo quería hacer una película muy en bruto, una tentativa de película y el soporte súper 16 y el celuloide caducado iban en consonancia con la forma buscada: una obra bosquejada. El digital no te da eso, a mi me encanta pero es una interpretación fría y matemática de la realidad, el cine es un registro mucho más inexacto. No es una cuestión nostálgica de reivindicar un formato frente a otro. Mucha gente me achaca que es un ejercicio de despreciar las herramientas del presente, pero no lo veo así.

 

Los ilusos es, en gran parte, cine sobre cine o dicho de otra forma, cine sobre esos recuerdos que servirán para hacer una película…

No era tanto hacer una película sobre el rodaje de una película como mostrar la recreación de esos momentos vividos que aunque tú trates que sean exactamente igual, siempre se acaban transformando. Trato de mostrar como el cineasta muchas veces vive pendientes de esos recuerdos que va acumulando y que luego pueden ser escenas de una película.

 

¿Es Los ilusos una película que trata sobre gente que rueda una película sobre gente que acumula recuerdos para rodar dicha película?

Más que un juego meta ficcional brillante mi intención era mostrar todo de una manera muy normal. Y que la gente viera que el cine también es eso, lo contrario a la parte más sofisticada que se muestra habitualmente… Pero es cierto que hay momentos en la película donde se comenta la propia película, como en esa secuencia en la que dos personajes salen del bar y uno dice “me apetece rodar una película que tenga una secuencia donde dos salen del bar”. La vida y el cine surgen al mismo tiempo.

 

¿Es posible que el hecho de que te hayas criado entre películas haya desembocado en que la temática de tu segundo filme sea, precisamente, sobre cine?

No sé, muchos espectadores me comentan que la han disfrutado y no son grandes cinéfilos. Tampoco me gusta esta idea de que yo, por mi apellido, he crecido rodeado de cine, a veces da la sensación de que soy una especie de rata cinéfila… Es que justo el otro día un amigo me pasó una crítica donde ponía algo así: “Jonás Trueba se ha pasado toda la vida metido en la filmoteca y en los cines y se ha olvidado de vivir”. Me parece bien que no te guste la película pero esa opinión es muy pre juiciosa ¿no? Yo creo que a la gente que le gusta esta película es precisamente porque está muy viva. No sé, me jode un poco ese comentario. Cárgate la película, pero no basándote en que yo, que no me conoces, voy mucho al cine y no vivo.

 

 

De hecho hay un momento en tu película que dos quedan para ir al cine y al final deciden ir a tomar algo. Es como una especie de rechazo.

Van al cine pero solo al final y con la intención de ligar. Yo soy bastante así. Creo que esa crítica que me hicieron es una interpretación apriorística de la película y de mi persona.

 

Porque al final Los Ilusos es una defensa del cine del día a día.

Sí, defiende el cine de la vida. Defiende el cine sin cámaras. Porque se puede hacer cine sin rodar. El cine ocurre cuando sales, cuando caminas, cuando charlas…

 

De hecho tu película no tiene ni guión.

Me propuse hacer cine sin hacer cine. No sale un tío escribiendo un guión, ni el cámara grabando. Es otra cosa. A todos nos ha pasado que en un momento dado, una cierta noche, piensas: “Joder, esto es mejor que una película. ¡Esto debería estar en una película!”

 

Quería preguntarte por Jonas Mekas, que de hecho aparece en una escena…

Sale en una escena en la que están desayunando. Sale una foto de él, es como un cura. Parece que les está dando la bendición. (Risas)

 

¿Ha sido una gran influencia para ti?

Sí y me encanta que le haya llegado la fama antes de estar muerto. Lleva haciendo películas desde los 60 y ha comenzado a ser conocido hace 6 años. Es un caso de justicia poética. De hecho el tío lo está viviendo ahora, va por todo el mundo emborrachándose y presentando las películas… Yo lo descubrí en el 2000 y tuve un momento de revelación con él. Me influyó más en la vida que en el cine. Me di cuenta de que el cine podía ser un registro de la propia vida cotidiana. ‘As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty’ es una película construida sobre la nada, son momentos sin tensión. Hay algo de Los ilusos que puede, ojalá, tener algo de Mekas. Es de esos cineastas pasadores, que tienen la virtud de transmitir mejor que otros la pasión por el cine. Hay otros cineastas que llegan más tarde, como Bergman o Antonioni. Mekas es un cineasta transmisor de esas emociones de una manera particularmente generosa, rica y desbordante. Y fíjate que es un tipo que viene de una vida miserable pero sin embargo hace un cine muy vitalista, con una fuerte reivindicación del aquí y ahora. Es un tipo capaz de llenar una película de paseos a Central Park. A la gente se le olvida disfrutar de esas pequeñas cosas.

 

 

 

Hablando de directores pasadores, ¿cuáles son los tuyos?

Podríamos hablar también de películas en concreto que además suelen repetirse entre muchos de nosotros. Cuando era muy pequeño El libro de la selva de Walt Disney era muy importante. En otra época podemos hablar de La princesa prometida. El otro día, por cierto, la pusieron en la filmoteca y había una cola impresionante de gente de treinta y pico años y era la sesión para niños, a las cinco de la tarde. Algo tiene esa película que nos volvió locos. Una película para mi clave es Laura de Otto Preminger. Un día me dejó mi padre en casa con 12 o 13 años y me dijo que grabara Laura, yo la empecé a ver y me enganché. Esa película me dejó loco. En el caso de mi padre fue Ariane de Billy Wilder, él entró tarde a la sesión y vio el final, luego se quedó, era una doble sesión, y vio la parte que le faltaba. Al final la vio entera otra vez y fue entonces cuando tomó conciencia del mecanismo cinematográfico.

 

Volvamos a Los ilusos, comienzas con una narrativa vanguardista y al final conviertes la película en algo más convencional. ¿Por qué?

Sentí que eso iba a pasar, porque uno de los peligros que tenía la película era acabar generando una sensación de impotencia, como si nos diéramos de cabezazos contra una pared, con secuencias que no llegan a ningún sitio, solo bosquejos, la misma dinámica tentativa hasta el final, hubiese sido muy negativo eso…Me gusta que la película cambie. Pero en cualquier caso no hablaría de vanguardista, nunca he sido yo muy de la vanguardia, no tengo conocimiento de ello. Yo en eso soy muy intuitivo, voy juntando brutos, ideas y voy tentando a la suerte, es algo más parecido a una sesión de espiritismo.

 

Pero llegas a introducir una canción entera. Casi obligas al espectador a que se sumerja en ella.

“El hijo” de Abel Hernández es un interludio musical y me gusta, para mi es el corazón de la película. Sé que para algunas personas es chocante pero yo no lo creo. De hecho es uno de los momentos más cinematográficos de la película. Una de las escenas que más elaboramos. La música, las canciones que escuchamos son fundamentales en nuestra vida, en nuestra generación sobre todo. Y en el cine siempre hacemos un uso de la música muy relativo, como un acompañamiento. Fui a ver Searching for a sugar man, que le ha gustado a todo el mundo, y ahí no se escucha una canción entera en ningún momento y fíjate que es un documental que trata de un músico. Me llama la atención.

 

Es curioso, dicho así “El hijo” parece una reivindicación más pura que todo el documental de Sugar Man

Es que a mi Sugar Man me parece muy malo, lo que pasa es que nos gusta porque nos gusta él. La historia es acojonante y las canciones son muy buenas. Pero el documental es espantoso, es muy malo. Es un documental muy americano en el peor sentido. Hecho para ganar el Oscar.

 

En Los ilusos el protagonista habla de cómo estirar y estirar una secuencia dramática hasta convertirla en cómica. ¿Has llevado a cabo esa práctica muy a menudo?

Yo trabajo mucho con eso, con la situación más tópica y más banal voy probando y tirando del hilo. Hay una escena en la que ocurre algo así, dos amigos hablan en una habitación antes de dormir. En esa escena de hecho colé tomas de ensayo, por eso repiten tanto lo mismo.

 

Fantástico Vito Sanz contando la anécdota de Javier Rebollo y diciendo: “Ojalá todo fuera más fácil, sin intermediarios…”

Sí (risas) y todo esto de los intermediarios además pega con la película en sí, no hemos tenido productor, ni distribuidor.

 

¿Cómo nació la decisión de distribuir la película tú mismo?

De una manera natural. Es lo que me apetecía, pero, siendo realistas, sé que una película como ésta no la querría ningún distribuidor. Por otro lado he conocido como es lo de la distribución y me ha resultado bastante frustrante y empobrecedor. Terminas la película y la pones en manos de otros que la cogen y la tiran ahí como si fuera chorizo en una charcutería. De esta forma, aunque limite su exhibición por lo menos la voy a controlar yo y la voy a poner el cariño que otros sé que no le van a poner.

 

Sinceramente creo que Los ilusos va a llegar a más gente con esta distribución ambulante.

Mi teoría es que voy a sumar más espectadores así que con un distribuidor normal que me hace cinco o diez copias y en una semana me las han largado de todas las salas. Pierdes mucho dinero en hacer esas copias, no las rentabilizas y acumulas como mucho 4000 espectadores. Y yo en la cineteca en seis pases llevo 1.500 espectadores, en Buenos Aires hemos debido rondar los mil espectadores en tres pases y en Barcelona ponte que haga 500… Más lo que hayamos podido sumar en Filmin en tres días como película de clausura del Atléntida, y las ciudades en las que vamos a proyectarla ahora… Además me gusta la idea de que las vidas de las películas no se gasten en una semana.

 

Ya que hablamos de distribuidoras ¿qué opinas del posible cierre de Alta Films?

Sinceramente… bueno Alta fue la distribuidora de Todas las canciones… Creo que ya lo he dicho todo con eso… Me da pena, no me alegro, pero sobre todo, más que el cierre de Alta Films, me preocupa el cierre de las salas Renoir. Alta ha sido muy importante, sobre todo al principio, y le debemos mucho. Pero también han surgido otras distribuidoras que lo estaban haciendo muy bien. Y Alta al final estaban distribuyendo pelis muy comerciales y con un criterio bastante raro. No es que me alegre, por supuesto que me preocupa. Pero no me entristece, no siento el fin de nada. Alta no era un paraíso ni se puede llegar a decir que el cine se acaba a raíz de su cierre. Quiero pensar que estamos en el principio de una nueva época y que tenernos que reinventar y aprovechar este contexto complicado para replantearnos ciertas cosas.

 

Te expones bastante en tus películas. Hablas de ti y de tus sentimientos. ¿No te da miedo?

No intento camuflarme excesivamente, me parece ridículo. Es verdad que la gente siente estas películas más autobiográficas de lo que realmente son. No me parece mal que la gente sienta que sean personales y que estas poniendo cosas de ti, me parece que eso es bueno. Me gusta sentirlo como espectador de otras películas.

 

¿Qué tal es Francesco como alter ego?

Últimamente estoy intentando ser yo su alter ego porque en Buenos Aires todas las chicas intentaban ligar con él. Francesco ha puesto mucho de él en la película. El hecho de que interpreta a un director de cine lo convierte en mi alter ego, pero realmente eso es un cliché. Empezó sin saber, con cuatro cosas que yo le daba, y se fue adueñando de la película hasta convertirse en lo único que me daba tranquilidad. Le da una personalidad a todo muy interesante. Tiene una gestualidad genial y poco frecuente en actores españoles. Es raro de ver a alguien así, de esa manera. Es un actor poético.

 

Las mujeres siempre son my importantes en tu cine. En Los ilusos entran y salen y luego no aparecen…

Desde el principio tenía la idea de hacer una película en la que una mujer diera el paso a una segunda mujer y ésta diera el paso a una tercera. Me gusta la idea general de los personajes que entran en la película, se adueñan de ella por un momento y luego desaparecen. Eso en la vida pasa mucho. En tu día a día te puedes encontrar con alguien que de repente es el centro y luego desaparece. Son como digresiones, casi paréntesis o burbujas que cobran esa importancia, algo que vives potentísimo y luego no se desarrolla. Eso pasa mucho. Parece que en las películas cuando muestras algo estás obligado a darle una continuidad, como un arco dramático. Me gusta que la gente se pregunte ¿Dónde ha ido este personaje? ¿Qué habrá sido de él?

 

Sin embargo la película necesita a Aura Garrido. Hasta que ella no aparece Los ilusos no coge forma.

Para mi Aura, que al final no sale tanto, es la película. En un doble sentido. Ella es un caso distinto a todos en la película. De primeras era la única que tenía experiencia cinematográfica previa. Cuando entramos a rodar con ella algo cambió, cuando Francesco comenzó a rodar con Aura noté que le había cambiado el paso. En realidad, nos cambió el paso a todos. Convulsionó la película y nos obligó a trabajar de otra manera. Necesité desarrollar esa historia que nacía con ella. Entra ella y entra el cine, entonces la película se hace más película.

 

Y al final cuando la película ha cogido ese tono más convencional rompes y vuelves con ese epílogo en el que unas niñas pisan cintas de VHS. ¿Es la muerte del cine?

Hay cosas que son difíciles de teorizar. Para mi ese final es muy fuerte. Tanto que me da hasta vergüenza explicarlo. Básicamente, y a parte de la simbología de unas niñas (algo nuevo) pisando VHS viejos, hay algo que tiene que ver con la el amateurismo de jugar con las películas. Y también se puede ironizar con lo de la muerte del cine, claro. Es como un mensaje en una botella. Porque una vez que la película se ha terminado de construir se vuelve a ese epílogo que no se explica ni porqué ni de dónde viene. Hay un salto temporal. Un cráter. Es una imagen del futuro. O no… (risas)

 

Es imprescindible hablar de Madrid, una ciudad que hasta ahora no has dejado de retratar en tu cine.

Me gusta, es mi ciudad. Me gusta situar a los personajes en espacios y calles concretos, no me gustan las películas que hace abstracción de lugares, las detesto: “Que no parezca Madrid, que no parezca España, que no parezca española”. Como espectador disfruto mucho cuando un tipo entra en un bar concreto, sale, camina, va a una tienda.Tampoco retrato Madrid en el sentido ortodoxo del término, retrato cuatro calles que dan una idea de ciudad. Es un reto retratar Madrid, es una ciudad caótica, difícil y entremezclada. Es una ciudad en la que vivo todos los días y a la que quiero; me parecería feo dejarla de lado. El cine para mí es una creación de espacios, de lugares, tú cuando haces una película creas un lugar. Es más importante la creación de ese espacio que la historia que se desarrolla en él.

 

La película se la dedicas a tu padre, Fernando.

La película habla de la transmisión del amor por el cine. Y a mí el amor por el cine me lo transmitió él. Y bueno, creía que era una película que él podía disfrutar. También es una manera de devolverle el cariño que él me ha regalado tantas veces.

 

Ya que estamos, ¿qué te pareció el artista y la modelo?

A mí me gusta. Pero igual que te pasa con amigos, hay películas que me gustan más o menos de él, igual que le pasa a él mismo, que habla a veces con vergüenza de sus primeras películas. Pero yo pienso que por ejemplo Opera Prima a mucha gente le sigue gustando, ha envejecido bien, sin embargo él siente que la hizo demasiado joven y le da cierta vergüenza, al menos eso dice… A mí me gusta mucho su segunda película, Mientras el cuerpo aguante, que casi no la vio nadie, es de culto y de hecho creo que dialoga bastante con Los ilusos en muchas cosas. Curiosamente son dos segundas películas. De hecho Los ilusos en sí es otra manera de decirle que sus primeras películas siguen vivas porque hoy, 30 años después, sigo dialogando con ellas.

Ver la entrevista en Madriz.

 

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