Genios, no; enamorados, tal vez
Los españoles Jonás Trueba y Francesco Carril, director y primer actor (premiado en el Bafici) de Los ilusos, hablan de su película, un filme artesanal, contra “agentes e intermediarios”. Hacer y repensar el cine en tiempos de crisis económicas y personales.
A veces el Bafici miente. No en el caso de esta película. Los ilusos, segundo trabajo de Jonás Trueba (Todas las canciones hablan de mí) que es una verdadera apuesta al cine independiente que el festival porteño celebra. Hijo de de Fernando Trueba, guionista de El baile de la victoria, el nuevo trabajo de Jonás es un filme casero y profesional a la vez. No tiene presupuesto, ni guión, ni agentes, ni distribuidora ni circuito de exhibición más allá de lo que vaya surgiendo. Además, actores y técnicos trabajan, como suele decirse, por amor al arte. “Tomamos esta decisión nosotros, pero las circunstancias quizá nos hubieran obligado a hacerlo”, admite Jonás. Y habla en primera persona del plural porque fue una decisión colectiva y porque a su lado está sentado Francesco Carril, figura ascendente del teatro madrileño que debuta en el cine con esta película y acaba de ganar el premio al Mejor Actor en el Bafici por su actuación en Los ilusos.
Esboza un autorretrato Trueba. Con imágenes de Madrid en blanco y negro, con una historia del cine dentro del cine que borra las fronteras entre la vida de estos personajes y la de la pantalla. ¿Una metáfora de la virtualidad de nuestras sociedades? Hay amores, relaciones breves, películas por todas partes, música en vivo, referencias cinéfilas, tiempos muertos, lugares comunes, todos recursos con los que Trueba experimenta mientras graba. No son genios, pero a veces se enamoran. No son ilusos por ingenuidad, en todo caso lo son por elección.
Es por vagancia o es un posicionamiento político este hecho de no pedir presupuesto, ni salir a buscar actores, ni escribir un guión, ni pedir distribución..
Jonás: Risas. Es un poco de las dos cosas. En primer lugar hemos querido evitar cosas molestas de la construcción de un filme, desde la producción hasta la distribución exhibición. Y luego es cierto que hay mucho de comodidad en esa idea de evitar la burocracia.
Ese grito que se repite en la película, sin agentes ni intermediarios, suena a proclama política…
Jonás: Eso se dice en el contexto de la película, pero es aplicable, sí. Ahora, yo también creo que hay situaciones en las que agentes e intermediarios son necesarios, claro. Pero a mí particularmente no me gustan. Y si me los puedo ahorrar, me los ahorro. Y en esto incluyo a los actores que participan de la película.
Francesco: Yo no los tengo, en mi vida lo he tenido.
Jonás: Me dan cierta envidia algunas fórmulas del teatro. Veo a Francesco trabajar con su compañía y me da envidia. Y es verdad, trabajamos con gente que está dispuesta a hacer el cine de otra manera. Nos hemos aliado, somos un grupo de gente a la que nos apetece trabajar así.
La película refleja ambigüedades y contradicciones. Entre la nostalgia y el futuro, lo negativo y lo positivo, la muerte o el suicidio del cine, y la ilusión.
Jonás: Está bien visto eso de los polos opuestos que juega la película. Esas ideas, clichés mortuorios, pesimistas, etcétera, están allí para pisotearlos, ironizar y reírnos. Creo, por los comentarios de la gente que ha visto la película, que eso se logra, que hay un mensaje positivo.
Francesco: Incluso el propio título. La palabra iluso tiene esa connotación negativa, pero nuestros ilusos son gente que quiere hacer las cosas de otra manera. Son soñadores en el mejor sentido.
(seguir leyendo entrevista en Eñe, de Clarín)